Sigue hasta mañana el I Congreso Nacional y II Regional de Psicología
La crisis de 2001 tembién afectó a las relaciones amorosas
El médico y psicoanalista Emiliano Galende dispara contra la industria de la ansiedad y los psicotrópicos
Laura Vilche / La Capital
"Antes, para aliviar tristezas y angustias por problemas de
trabajo o de amor, se recurría a los amigos, padres, pareja, hijos; hoy
se echa mano a las pastillas". El diagnóstico lo vertió el médico y
psicoanalista Emiliano Galende, uno de los disertantes del I Congreso
Nacional y II Regional de Psicología organizado por la Universidad
Nacional de Rosario y que tendrá lugar en la ciudad hasta mañana (ver
aparte). El profesional habló de cómo afectó la crisis de 2001 a la
salud mental de los argentinos y criticó la excesiva medicalización que
se hizo de los trastornos emocionales resultantes de ese fenómeno. Y no
fue optimista. Aseguró que a cinco años de ese cimbronazo social,
económico y político, la demanda de psicotrópicos sigue en alza para
adultos, jóvenes y niños.
-¿Que pasó en los servicios de salud mental durante la crisis?
-Aparecieron nuevos trastornos psíquicos: ansiedad, depresiones, pánico,
angustias atípicas, desórdenes de conducta más ligados a trastornos de
la personalidad. Las tasas de trastornos psicóticos se mantuvieron
igual, pero los casos de violencia familiar, por ejemplo, crecieron un
30 por ciento. Lo mismo sucedió con el maltrato hacia los chicos. Fue
una prueba clara de que nos enfermamos de acuerdo a cómo vivimos o nos
va en la vida; insomnio, trastornos corporales y funcionales,
depresiones y adicciones estuvieron a la orden del día.
-¿Y cómo reaccionó ante esto la industria farmacéutica?
-Se anticipó y se preparó para lo que se venía: en el 2001 y 2002 la
venta de psicofármacos en el país aumentó un 30 por ciento; se vendieron
casi 200 millones de dólares más. Hay investigaciones que demuestran
que un 40 por ciento de chicos de entre 12 y 16 años toma alguna
píldora, y también se medica a los niños. Los antidepresivos para el
dolor y la tristeza, los ansiolíticos, los inductores del sueño o
hipnóticos y los estimulantes, hoy son conocidos por todos.
-Y mientras tanto la comercialización no se desaceleró...
-Para nada, el 30 por ciento de los medicamentos que se venden en
Argentina son psicofármacos. Y no sólo lo recetan los psiquiatras, sino
también los médicos generalistas. La industria quiere vender y la red de
vendedores son los médicos. A esto hay que incluir un buen porcentaje
de automedicación.
-El panorama es desalentador.
-Es que la salud mental está muy vinculada al bienestar social. Cuando
las personas tienen espacios sociales de participación pueden transitar y
resolver los problemas de la existencia. Pero la exclusión, la pérdida
de las identidades, del trabajo y la vivienda, y las migraciones
internas generan soledad. Y muchos no tienen los recursos para ayudarse
cuando sufren: no es lo mismo perder el trabajo en un pueblo donde uno
tiene diez amigos, que ser boliviano y perderlo en Buenos Aires. Se
incrementaron los sufrimientos y se empobrecieron los recursos sociales.
Antes, para aliviar tristezas y angustias por problemas de trabajo o de
amor, se recurría a los amigos, padres, la pareja, los hijos; pero
todas esas relaciones se deterioraron, y cada vez más se echa mano a las
pastillas. Por ellas se reemplazaron silenciosamente la charla de café,
el gremio, la relación con el vecino.
-¿Y qué pasó con el amor?
-Hubo cambios fundamentalmente en la pareja, divorcios masivos y crisis
de la familia patriarcal. Hombres y mujeres tuvieron que comenzar a
negociar en qué condiciones formar un vínculo y la continuidad de esa
relación. Las mujeres, el sector más postergado, vivieron esto con
bastante entusiasmo porque ganaban nuevos espacios. Los hombres quedaron
muy desconcertados y frente a tanto cambio de reglas de convivencia
reaccionaron de la peor manera: con resentimiento y venganza hacia sus
mujeres y niños. De hecho, esa violencia creció mucho.
-¿Todos fueron cambios negativos?
-No, porque si bien se sufre con estos cambios, también se buscaron
nuevas formas de relación seguramente mejores a las de la familia
tradicional, la del hombre proveedor y la mujer dominada en la casa. O
sea, hay mucha soledad, pero los jóvenes construyen formas de pareja más
igualitarias, respetuosas y solidarias. Las dos fragilidades, la del
trabajo y del amor, provocaron una catástrofe emocional, de identidad;
la gente comenzó a buscar estrategias para sobrevivir en la pareja, en
el trabajo.
-Cinco años después, ¿dónde llegamos?
-La crisis de 2001 provocó nuevos trastornos psíquicos y de amor.
Tenemos una sociedad distinta. Los psicóticos siguen siendo los mismos
de siempre, se los sigue atendiendo mal en la Argentina, como hace 200
años; pero ahora las personas padecen peores condiciones de vida: más
exigencia y más soledad.
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