COSAS VEREDES
Leer es leer
Una cruzada británica intenta acabar con la etiqueta
que especifica “literatura para niños” o “para niñas” en tanto explica
que la buena lectura trasciende los géneros.
Por Guadalupe Treibel
De las creadoras de “Let toys be toys”,
campaña que –de un tiempo a la fecha– pide a fabricantes de juguetes que dejen
de etiquetar sus productos “para niños” o “para niñas”, llega la nueva épica
británica: “Let books be books”, solícita cruzada nacional de madres inglesas
para que tiendas y editoriales eliminen definitivamente las diferencias de
género en materia literaria infantil (léase, el rótulo azul o rosa con el sello
femenino o masculino para tal o cual libro). ¿Por qué? Pues, porque “títulos
como El libro para colorear de las nenas hermosas o Clásicos ilustrados para
mocitos envían el mensaje de que ciertos ejemplares están fuera del alcance de
unos u otras, y promueven límites basados en estereotipos de género”, declama
el igualitario grupo gestor. “Las publicaciones para chicos/as deberían apuntar
a abrirles nuevos mundos. Decirles qué historias o actividades deberían leer
según su sexo cierra universos. Dejen que los niños y niñas decidan por ellos
mismos qué encuentran interesante”, implora la banda en cuestión.
Banda que, con una campaña de poco más
de un mes de vida, ya ha superado las 4800 firmas de apoyo, sumando además el
expreso sostén de la laureada poeta Carol Ann Duffy, de Malorie Blackam
(reconocidísima autora de peques), de Philip Pullman (responsable de la
trilogía La materia oscura), entre otros. Otros como Anne Fine, cuya novela
Madame Doubtfire (1987) fue llevada al cine y vuelta a titular Mrs Doubtfire
(Robin Williams vestido de señora, ¿suena conocido?). Otros como Laura
Dockrill, uno de los diez mejores talentos literarios según The Times, joven
valor de la nueva pluma brit y de la ilustración, amiga de la música feminista
Kate Nash (para quien hizo el arte de tapa del disco Made of Bricks). En charla
con The Guardian, fue ella quien se refirió a “la necesidad urgente de bancar
esta iniciativa” con palabras del tipo: “Hay que ayudar a que los chicos
cimenten su propia ruta en gustos. Es ignorante, anticuado y desagradable
aislar a cualquiera del bello valor de la libertad y el escape que habilita el
placer de la lectura”.
Quizás una de las reacciones más
conmovedoras provenga, sin embargo, de un periódico inglés. Porque, si bien
diarios como The Telegraph o el ya mencionado The Guardian dieron su visto
bueno, The Independent fue un paso más lejos. O un kilómetro, según cómo se
mida. “Los libros que especifican a qué género están dirigidos denigran a
nuestros niños. De modo que no escribiremos nada que se comercialice excluyendo
a uno u otro sexo”, tituló –extensamente– la promesa/artículo del 16 de marzo
de la editora literaria Katy Guest. Y procedió elocuentemente con un párrafo
digno de transcripción. Dice así: “Azúcar, especias y todas las cosas
agradables, de eso están hechas las niñas. ¿Y los niños? De camiones y trenes y
aviones, bloquecitos de construcción, experimentos de química, peleas con
espada y pistolas, fútbol, cricket, correr y saltar, aventuras e ideas, juegos,
pedos y mocos, y básicamente cualquier otra cosa que se les pueda ocurrir. Al
menos, ésa es la impresión que –cada vez más– reciben de los libros que, en
teoría, deberían ampliar sus horizontes”.
Acto seguido, los argumentos
–inapelables– del caso: que los gustos se adquieren a través de la
sociabilización; que no hay pruebas suficientemente creíbles que avalen la
teoría de que nenas y nenes nacen con entusiasmos disímiles; que los clichés
ponen un cepo a la igualdad de oportunidades; que la situación afecta a ambos
géneros por igual –en tanto los pibitos no pueden acercarse a un cuento de
sirenas, por citar un ejemplo, sin sentirse juzgados–; que lisa y llanamente
las buenas historias trascienden el femenino/masculino... “El próximo Harry
Potter o la siguiente Katniss Everdeen no llegarán con tapas rosas llenas de
purpurina. Así que agradecemos que no nos envíen ese tipo de tomos”, liquidó la
mujer –dispuesta a usar tacho y reciclaje para quienes no den con la nueva
norma–.
Norma que ha conmovido a algunos y a
otros, claro, no tanto. Mientras la editorial Parragon –que distribuye, entre
otros, títulos de Disney– y Ediciones Usborne accedieron a no publicar más
libros con la etiqueta “para niñas”, “para niños”, otras como Buster Books
(responsables de –horror de segregación– Girl’s Book of Glamour y Boy’s Book of
Survival) se niegan a dar el brazo a torcer y acceder a la propuesta. Y es que,
para Michael O’Mara, su dueño, todo se reduce a las ventas: “Las copias
clasificadas se venden tres veces más que aquellas de género neutro. Mucha
gente busca por Amazon ‘regalo para chico’ o ‘qué obsequiar a una chica’, razón
por la cual los editores usamos la etiqueta”. Ya veremos cómo le va cuando el
tiempo termine por dar el volantazo, y tanto el celeste como el rosa muten en
un violeta inclusivo o un verde hermanado, en naranja o multifruta, o, por qué
no, arcoiris bien plantado.
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