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Nuevo coleccionismo de a pie
Cómo es el mercado que seduce a los jóvenes para sus primeras inversiones.En ferias y galerías, por unos 3.000 pesos se puede comprar obras de artistas emergentes e incluso consagrados.Coleccionar arte por poco dinero, ¿se puede? Para empezar, habría que establecer un límite: digamos tres mil pesos. Cada vez más se observa que las galerías tratan de tener obras en ese rango: son alternativas gráficas, serigrafía o dibujos. Y desde luego ofrecen facilidades de pago y financiamiento. El mapa incluye ferias –desde los pasillos del Barrio Joven de ArteBA hasta los de Arte Espacio y EGGO–, las galerías como Mar Dulce o las que integran el Patio del Liceo, los talleres de artistas o los eventos como maratones de arte. Máximo Jacoby, coordinador del espacio de arte del Centro Cultural Rojas, dice que empezar a coleccionar según lo que se puede gastar puede parecer un criterio limitado, pero es un criterio al fin. “Tarde o temprano, cuando te gusta una obra, preguntás cuánto cuesta. Cuando el dinero se vuelve criterio, viene una negociación entre el criterio y tu deseo”.
Esos deseos pueden calmarse con las maratones. La galería Sara García Uriburu (Uruguay 1223), por ejemplo, organiza hoy el Saratón donde convoca, desde hace 21 ediciones, a artistas propios e invitados a producir obra especialmente y es la oportunidad que tienen los nuevos coleccionistas de comprar obra –desde el mediodía hasta medianoche–, en la mayoría de los casos, por menos de tres mil. Emilio Reato, Carlos Gorriarena, Remo Bianchedi, Luisa Atucha, Josefina Robirosa, Milo Lockett, Pablo y Tomás Fracchia, Fermín Eguía y Francisco Ungaro serán algunos de que participen.
Hace casi cinco años, Ral Veroni abrió junto a Linda Neilson la galería Mar Dulce en Palermo, especializada en pequeño formato, con obra en papel o pequeñas pinturas y fuerte presencia de la figuración. Muchos de los que se acercan a la galería compran obra por primera vez. “Tal como están los precios de otras cosas, como una campera, unos zapatos o las expensas, mucha gente se sorprende porque puede adquirir un original”, dice Veroni. En este espacio hay obras de pequeño formato de artistas consagrados como Daniel Santoro, Juan Carlos Romero, Alfredo Benavídez Bedoya, Daniel García y Tulio de Sagastizabal, de artistas clásicos como su padre, Raoul Veroni (1913-1992), pero también de Víctor Rebuffo o Ana María Moncalvo, cuyas xilografías de 1947 conviven en un diálogo enriquecedor con obras contemporáneas de Andy Mermet y Verónica García. Una estrella de la galería es la selección de artistas que provienen de la ilustración como Diego Bianki, Cristian Turdera, Isol o Decur. Las obras en papel recortado de Cecilia Afonso Esteves integraron la muestra El viento en las ramas, y ellas reproducen el mundo de los haikus y las observaciones poéticas de Ramón Gómez de la Serna. Son bellas, sensibles y oscilan entre los 1.600 y los 2.300 pesos.
Coleccionar implica una negociación con tus deseos, y no el deseo de hacer negocios. “Entiendo que la fantasía del arte como inversión es muy potente”, comenta Jacoby. “La historia del arte respalda esta fantasía de comprar barato una obra extraordinaria y es el leitmotiv que utiliza el mercado para vender: ‘Vas a ganar con este artista’, entonces confiás o no en el galerista”. La obra que el coleccionista compre, explica Jacoby, le tiene que gustar, incomodar, fascinar o incluso tener una función decorativa. “Quizás quede bien con tu sillón: aunque no es el criterio que recomendaría, me parece válido”. Cada persona es un mundo, y el coleccionismo puede ser un mundo muy variado. Están los coleccionistas que fijan un límite a su colección, el que colecciona sólo arte argentino de los 90 o arte conceptual político de los setenta, libros de artista, pintura abstracta de los años 50. Son criterios. Y cada coleccionista incipiente los irá desarrollando de manera subjetiva. Por eso, de algo está seguro Jacoby: “Las colecciones más interesantes son las que multiplican su valor, pero está claro que el coleccionista no va a deshacerse de ella. Más vale la colección cuanto menos interés en desarmarla exista. Ocurre con Bruzzone: su colección hoy debe valer ochenta veces más de lo que él gastó, pero vale eso porque creo que él no va a desarmarla nunca
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