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lunes, 13 de enero de 2014

Polémica cientíifica sobre la economía global pos-Internet




Enlace y reseña de la nota publicada en La Nación

Innovación o fiasco: la economía global después de Internet

Una polémica crece en el mundo de los intelectuales en torno al aporte de la Web al desarrollo; unos dicen que no genera riqueza, otros que es revolucionaria
Por   | Para LA NACION



Ni economistas ni especialistas en tecnología ni analistas de otro tipo. El debate por el aporte de Internet y de la innovación en general al crecimiento económico viene tan complejo y repleto de escenarios alternativos que el gremio que gana protagonismo en la discusión es uno insospechado: el de los ajedrecistas. Garry Kasparov, ex campeón mundial del juego ciencia, tiró la última piedra: afirma que desde la década del 70 el ritmo de innovación se desaceleró en forma dramática y que ese fenómeno está detrás del estancamiento y de las menores tasas de crecimiento de la economía mundial en los últimos cinco años. Kenneth Rogoff, profesor de Harvard y ex economista jefe del FMI, le dijo a Kasparov que está equivocado, y que las causas de la crisis de crecimiento hay que buscarlas por el lado del mercado de crédito. Antes de dedicarse a la economía, Rogoff fue un niño prodigio del ajedrez, llegó a salir tercero en un campeonato mundial juvenil y es en la actualidad el economista con ELO (la escala de puntaje más popular en el ajedrez) más alto. Dejando de lado al ex archirrival de Kasparov, Anatoly Karpov, que también es economista, aunque nunca ejerció.

La polémica se nutre con otros jugadores apasionados. Los académicos de Singularity University (que pasaron por Buenos Aires un mes atrás, invitados por el gobierno porteño) defienden una hipótesis de crecimiento exponencial en los avances de la ciencia (con Internet como uno de sus catalizadores) que, bien aprovechados, servirán pronto para curar enfermedades y resolver problemas a gran escala. Tyler Cowen, un economista de moda, autor del muy exitoso blog Marginal Revolution -que coordina junto a su colega Alex Tabarrok-, argumenta en su más reciente libro El fin del promedio que la velocidad de innovación crecerá, pero no traerá un futuro necesariamente promisorio.

Cowen cree que las nuevas tecnologías en el mediano plazo terminarán con el estancamiento: el problema es que lo harán en forma muy desigual, para unos pocos, y el resto de la población se hallará en problemas.

"En el mediano plazo, son los incrementos en la productividad los que hacen que la economía crezca y mejore el estándar de vida", dijo Cowen a LA NACION, en un intercambio de e-mails durante la semana. El académico apuesta a que emergerá una clase "hiperproductiva", de 15% de la población, que será más rica que nunca: aquellos que mejor se adapten y aprovechen la robótica y las nuevas tecnologías.

Luego habrá empleos menos calificados, pero los cargos intermedios tenderán a desaparecer, reemplazados por inteligencia artificial. Cowen sospecha que algo de esto ya está ocurriendo: la destrucción de puestos de trabajo que produjo la crisis de 2008 en la economía norteamericana se recuperó en parte con la creación de empleos mal remunerados.

"Muchas empresas se dieron cuenta que estos cargos intermedios producían cero valor agregado, y no los están reemplazando", cuenta Cowen, un fanático de la Argentina, de los conciertos de la pianista Marta Argerich y de los libros de Alan Pauls y Cesar Aira.
El club de los tecnoescépticos al que se unió en forma reciente Kasparov, tiene como cardenal supremo al profesor de economía de la Universidad de Northwestern Robert Gordon, quien cree que "el tema central es que las computadoras y la explosión de Internet no les llegan ni a los talones, en términos de impacto económico, a los grandes inventos de fines del siglo XlX y principios del siglo XX".
La difusión de redes cloacales urbanas cambió radicalmente la vida hogareña y la salud cien años atrás, pero una Internet más potente sólo ayuda a bajar películas en forma más rápida, exagera Gordon. En palabras de Robert Solow, Nobel de Economía: "Uno puede ver computadoras por todos lados, menos en las estadísticas de productividad".

Comparación con otros hitos

Kasparov opina en la misma línea. Sostiene que las innovaciones tecnológicas actuales palidecen cuando se las compara con avances anteriores como la electricidad, el agua corriente o el motor de combustión interna. En un debate reciente en la Universidad de Oxford, el ex campeón mundial de ajedrez, enemigo declarado del premier ruso Vladimir Putin, se preguntó qué valor agregado a nuestras capacidades suman verdaderamente productos como el iPhone 5 y explicó que la mayor parte de la ciencia que subyace a la informática moderna fue definida en la década de 1970.

"Algunos progresos genuinos en tecnología en los últimos 30 años esconden el estancamiento relativo en sectores de energía, transporte, exploración espacial, ciencia de materiales, salud y agricultura. Podemos usar un teléfono para mandar fotos de gatitos mientras viajamos en un subte de 100 años, pero la mayor parte del ambiente que nos rodea no es muy distinto al que había en la década del 60. Nuestra habilidad para hacer cosas básicas, como protegernos de terremotos o de huracanes, viajar más rápido o extender nuestros años de vida está apenas aumentando", dice Kasparov.




El ajedrecista ruso defiende esta línea argumental junto al emprendedor de Internet Peter Thiel, fundador de PayPal. (Nota al pie: vale la pena seguirlo a Kasparov en Twitter, es ultraácido y autocrítico. Días atrás comentó que la computadora expendedora de pasajes del aeropuerto de Oslo, en Noruega, se convirtió en la segunda máquina en vencerlo luego de Deep Blue, de IBM.)

"La duda es si las nuevas tecnologías permitirán un nuevo ciclo de crecimiento exponencial o si hemos llegado a una meseta", dice el economista Miguel Braun, director de la Fundación Pensar. "Kasparov y Thiel cuestionan la menor propensión actual a tomar riesgos, invertir e innovar, y dicen que, si no generamos un ambiente más propicio a la innovación, se estancará el progreso tecnológico, condenándonos a un menor desarrollo. En la Argentina estamos lejos de esta discusión de frontera, aunque hay temas como innovación en agroindustria y alimentos en los que podríamos ser líderes mundiales", resume el economista.

Para Sebastián Galiani, profesor de la Universidad de Maryland, no hay que fijar tanto la atención en Internet, sino más bien en la fuerte caída que se viene dando en el costo de la utilización de la inteligencia artificial. "Ello está induciendo un proceso de robotización del sistema productivo, por ahora lento, pero que podría aumentar la productividad laboral fuertemente. En definitiva, creo que el cambio tecnológico continuara su crecimiento, y la productividad de los factores no crecerá a una tasa menor a la que lo hizo el siglo pasado", sostiene.

Santiago Bilinkis, economista, emprendedor y embajador de Singularity University, cree que la teoría que defienden Kasparov-Thiel-Gordon es "ridícula".

"Internet no es una tecnología en sí misma. Es un medio. Potencia mucho los alcances de otras tecnologías exponenciales como la robótica, la impresión 3D o la inteligencia artificial. Creo que es absurdo plantear que el ritmo de innovación bajó. Es pensar que el avance innovador se reduce a los electrónicos de consumo que se muestran en la CES [feria que tuvo lugar en los últimos días en Las Vegas]. El verdadero cambio tecnológico ocurre en los laboratorios, no lo hace Apple o Microsoft", dice Bilinkis.

Andrés López, director del departamento de Economía de la UBA y experto en temas de ciencia y tecnología, coincide en que las visiones que están planteando un bajo valor agregado de Internet y de las nuevas tecnologías al crecimiento "son miopes".
Semanas atrás, este tipo de debates se planteó en el contexto de InnovatiBA, "el mayor evento que haya tenido Singularity University fuera de su sede central, que es la NASA", contó Rob Nail, actual CEO y fundador asociado de la institución basada en la idea de un crecimiento exponencial de los avances en la ciencia, algo que nunca se dio antes en la historia de la humanidad.

Casi como contestándole a Kasparov, Nail augura que la educación, la salud y el transporte son tres de los ámbitos en los que veremos más transformaciones en los próximos diez años. Nail y sus colegas afirman que el cerebro humano no está acostumbrado a digerir nociones de crecimiento exponencial, y que se trata de una dinámica muchas veces contra intuitiva. Durante la primera parte de la curva de crecimiento, de hecho, estas nuevas tecnologías trepan por debajo que las de un modelo de crecimiento aritmético, y todos hablan de fracaso. Pero en una serie de pasos, la exponencialidad explota y todos aluden a un "cisne negro", sorpresivo. "Es lo que está sucediendo, por ejemplo, con la impresión 3D", dice Nail.

"En muchas de estas tecnologías emergentes estamos en etapas iniciales, con chances de que se transformen en disrruptivas. Si esto ocurre, vamos a ver impactos económicos y sociales tremendos, con ganadores y perdedores, como describe Cowen", dice Andrés López.

Ultima nota al pie: al cierre de esta nota sobre el aporte de Internet al crecimiento, se cortó la conexión de la PC porque la falta de electricidad afectó a la central del proveedor.
Paradojas de la Argentina 2014, y punto para Kasparov. ¿Podrá el ritmo de innovación despejar el tablero y ganar finalmente la partida de la aceleración del crecimiento o será jaqueado como creen los más pesimistas? El match Kasparov-Thiel-Singularity-Cowen tiene final abierto.

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