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martes, 17 de diciembre de 2013

Oscar Varsavsky, maestro, matemático y Doctor en Química de la UBA, 18 de enero de 1920-7 de diciembre de 1976





Enlace y reseña de la nota publicada en
 

Página 12


futuro
Sábado, 14 de diciembre de 2013

El científico rebelde


 Por Rodolfo Petriz
“Darcy decía que las dos personas más inteligentes que conoció eran Oscar y él mismo. Oscar era una máquina de pensar, lamentablemente murió muy joven, a los 56 años. La muerte lo sorprendió en fase de supernova: en plena explosión de su poder creativo”, rememora el brasileño Carlos Senna Figueiredo, antiguo colaborador de ambos intelectuales.
Darcy era Darcy Ribeiro, antropólogo brasileño fallecido en 1997 y uno de los intelectuales latinoamericanistas más relevantes del continente; Oscar era el argentino Oscar Varsavsky, licenciado en química, especialista en física cuántica y uno de los matemáticos más brillantes de su generación.
Pero Varsavsky fue mucho más que estos fríos datos que aparecen en cualquier reseña biográfica. Este profesor universitario fue un rara avis dentro de las llamadas ciencias duras, ya que en su persona se combinaban una infinita capacidad para el trabajo científico con una visión radicalmente crítica acerca de los objetivos y los métodos que adoptaba la investigación científica en los países subdesarrollados como el nuestro.
Esta actitud le valió entre sus colegas tanto apoyos incondicionales como rechazos enconados. “En su momento no hubo laboratorio de la Argentina que no discutiera sus ideas”, señaló Marcelino Cereijido en La nuca de Houssay.
¿Cómo era Oscar Varsavsky? ¿Por qué sus ideas fueron tan polémicas en su tiempo?

CIENCIA POLITIZADA

Durante los años que transcurrieron entre el primer gobierno de Perón y el golpe de estado cívico-militar del año 1976, en nuestro país cobró importancia una generación de brillantes intelectuales que se propuso reflexionar sobre las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad.
El objetivo de estos investigadores era ofrecer respuestas a algunos interrogantes esenciales: ¿cómo poner la ciencia y la tecnología al servicio del desarrollo social de un país periférico como el nuestro? ¿Qué lugar debe ocupar la universidad en ese proceso? ¿Cómo se relacionan la ciencia y la ideología política?
A este grupo de científicos, entre los que se contaban Jorge Sabato, Amílcar Herrera, Rolando García y Manuel Sadosky, perteneció Oscar Varsavsky.
Desde muy joven Varsavsky defendió ideas socialistas dentro de la Universidad de Buenos Aires. A principios de los años ’40 formó parte del grupo de Aráoz, una experiencia de vida comunitaria que tuvo su centro en una casa de la calle Aráoz, en Capital Federal. Allí se juntaban para estudiar y debatir sobre el futuro del país jóvenes artistas e intelectuales de izquierda que vislumbraban una sociedad más solidaria y con menos desigualdades.
Si bien Varsavsky siempre fue muy crítico con los modernos sistemas de producción y consumo –“La sociedad actual es demente, inmoral y suicida”, escribió en Estilos tecnológicos, uno de sus libros más famosos–, su pensamiento pasó por diferentes etapas a la hora de apreciar la relación de los científicos argentinos con los problemas nacionales.
En 1958, Varsavsky se reintegró a la Universidad de Buenos Aires (UBA) –en la que había trabajado hasta 1954– como profesor del Departamento de Matemática de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales y miembro del Consejo Directivo durante varios años.
Durante esa etapa, se instaló en la UBA el debate sobre cuál debía ser la misión de la ciencia en la sociedad. Un sector de los estudiantes criticaba una actitud docente, a la que llamaron cientificismo, que según ellos promovía el elitismo científico, la realización de investigaciones inútiles para el medio local y la búsqueda de financiamiento en el exterior.
Varsavsky fue un feroz adversario de la postura cientificista ya que, según sus propias palabras, “cientificista es el investigador que se ha adaptado a este mercado científico, que renuncia a preocuparse por el significado social de su actividad, desvinculándola de los problemas políticos”. Esta postura lo llevó a continuas polémicas con gran parte de sus colegas universitarios.
“A mediados de la década del ‘60, Oscar comenzó a ponerse muy radical. Vislumbraba los grandes problemas de la ciencia pero su posición fue aislada. No hubo profesores que lo secundaran. El veía más allá, representaba el compromiso a largo plazo”, revela Sara Rietti, doctora en química nuclear y discípula de Varsavsky.
Esta radicalización en su pensamiento coincidió con la profundización de las luchas populares que tuvieron lugar tanto en la Argentina como en otras regiones de Latinoamérica y el mundo. En este contexto, Varsavsky realizó una defensa encendida de la figura del científico rebelde o revolucionario, aquel que produce ciencia en beneficio de la liberación del pueblo y con un profundo sentimiento antiimperialista. “La misión del científico rebelde es estudiar con toda seriedad y usando todas las armas de la ciencia los problemas del cambio social, en todas sus etapas y en todos los aspectos teóricos y prácticos. Esto es hacer ciencia politizada”, escribió en aquellos años.
Así, Varsavsky fue un referente intelectual para toda una generación de investigadores, tanto de las ciencias naturales como de las sociales, que encontraban en sus ideas las bases sobre las cuales edificar una ciencia al servicio de las necesidades del pueblo, una ciencia al servicio de una revolución social.

RADICALIDAD, IMPACIENCIA Y GENEROSIDAD

“La primera imagen que me viene de Oscar me devuelve aquel hombre grande y feo, con toda la figura de un gringo bruto. Imagen que se deshacía cuando empezaba a platicar. Tuve pocos amigos o colegas con quienes pudiera pensar al mismo ritmo e igual compás como me ocurrió con Oscar, quizás ninguno. Había en aquel matemático y químico que se construyó como humanista algunas cualidades raras de las que me acordé siempre. Su radicalidad y autonomía de pensamiento que iba al fondo de las cuestiones con el coraje de repensarlo todo. Su impaciencia con los idiotas, los perezosos, los charlatanes y los dogmáticos, que le hacían sudar de disgusto. Su postura solidaria de identificación total con el gran pueblo humilde, mudo y sufrido de América latina. Esta combinación de radicalidad, impaciencia y generosidad se cimentaba con la fe más inocente en que este mundo es arreglable”, escribió poco tiempo después de su muerte Darcy Ribeiro, con quien Varsavsky trabajó a principios de los años ’70 en el Centro de Estudios de Participación Popular, en Perú.
Varsavsky fue el introductor en la Argentina y Latinoamérica de la aplicación de modelos matemáticos al análisis de la realidad social. A principios de la década del ’60 hizo el primer modelo económico global de Argentina, el Meic (Modelo Económico Instituto de Cálculo). Algunos años más tarde, entre 1967 y 1968, elaboró otros modelos matemáticos para ver la viabilidad de ciertos tipos de sociedades cercanas a propuestas utópicas. Su objetivo era analizar científicamente la posibilidad de encarar formas de desarrollo social alternativas a las vigentes en ese momento.
“Oscar era muy crítico, y los otros intelectuales lo conocían y lo respetaban a pesar de eso. También era muy rígido desde el punto de vista de los principios”, destaca Rietti. “Me acuerdo de que tras el golpe de Onganía, cuando estábamos en el Centro de Estudio en Ciencias –un grupo de discusión y trabajo sobre temáticas sociales y políticas referidas a ciencia y tecnología–, entró un grupo del peronismo. Oscar cuestionó eso y yo le dije ‘nos peleamos con los peronistas, nos peleamos con los comunistas, ¿quién puede ser un lugar de apoyo?’. Eso no le importaba, en cambio yo tenía una mirada más política.”
Alfredo Eric Calcagno fue un buen amigo de Varsavsky. “Era una persona excepcional, un tipo que vivía de acuerdo con lo que pensaba. Cuando yo estaba a cargo de la Cepal de Buenos Aires lo contraté antes del golpe del ’76 para que hiciera un modelo de experimentación numérica sobre la economía argentina. El cobraba su sueldo pero yo conseguí más plata de la ONU para asignar a ese trabajo y le dije ‘mirá, Oscar, te subo el sueldo’; ‘no quiero que me subas el sueldo’, me contestó, ‘va a ser muy alto y puede ser un problema si en algún momento tengo que mandarlos a la mierda porque hay algo que no me gusta en lo que están haciendo’”, cuenta Calcagno.

ESTILOS TECNOLOGICOS

La propuesta de desarrollo social de Varsavsky se estructura sobre dos ejes bien definidos: la postulación de un modelo de organización económico-socialista y la defensa de un proyecto claramente nacionalista.
En Estilos tecnológicos, Varsavsky afirma que los proyectos de desarrollo nacional se pueden dividir en dos categorías: los empresocéntricos –cuyo lema sería “vendo y luego existo”– y los pueblocéntricos. Esta clasificación se vincula con sus objetivos finales, es decir, si la producción estará dirigida hacia las necesidades de la empresa y de quienes las controlan, o hacia la población.
Durante las décadas del ’60 y del ’70, la corriente económica conocida como desarrollismo tuvo una gran influencia en América latina. Para Varsavsky, el desarrollismo se encontraba dentro de los modelos empresocéntricos capitalistas, y por ello fue blanco de sus críticas.
Como alternativa a estos modelos definió un estilo de desarrollo al que denominó socialismo nacional creativo, y que presentó como una opción para la transformación social. Allí destacaba la importancia de la participación popular permanente en todos los marcos de decisión, para lo cual debía asegurarse un nivel homogéneo de consumo material y cultural. El Estado jugaría un rol preponderante en ese cometido, asegurando la cobertura de un umbral mínimo de necesidades. También se aprovecharía el “potencial docente” de todos los hombres como manifestación de solidaridad.
Varsavsky sostenía que el socialismo nacional creativo sólo podía llevarse adelante en un contexto de autonomía de pensamiento y cultura, para lo cual era fundamental la máxima independencia política, económica y tecno-científica posible. Y para ello era necesario romper con la dependencia tecnológica y librarse del mito de que la tecnología y la ciencia son todopoderosas, infalibles y neutras.
El problema de la neutralidad en la investigación científica llevó a Varsavsky a publicar en 1969 su escrito más polémico: Ciencia, política y cientificismo. Una de las tesis más importantes de este libro, que grosso modo afirma que todas las instancias de la investigación científica –descubrimiento, justificación y aplicación– se encuentran afectadas por la postura ideológica de quien la lleva a cabo, dio lugar a una de las más importantes discusiones epistemológicas que conoció nuestro país.
A principios de la década del ’70, a través de las páginas de la revista Ciencia Nueva, Varsavsky polemizó con Gregorio Klimovsky, Jorge Schvarzer, Manuel Sadosky, Thomas Moro Simpson, Rolando García y Conrado Eggers Lan sobre las relaciones entre ciencia e ideología política.
Algunos de estos artículos fueron recopilados en el libro Ciencia e ideología. Aportes polémicos, publicado en 1975. Allí, la posición de Varsavsky fue fuertemente criticada por Klimovsky y Moro Simpson, para quienes dentro del “contexto de justificación” la objetividad de la ciencia queda resguardada de las posibles influencias ideológicas de los investigadores.

EL PRESENTE DE VARSAVSKY

La muerte de Varsavsky coincidió con el advenimiento de la barbarie. Entre 1976 y 1983, la dictadura cívico-militar no sólo asesinó e hizo desaparecer miles de personas, sino que también provocó una catástrofe cultural sin precedentes. Tanto el pensamiento de Varsavsky como el de otros relevantes intelectuales nacionales fue sepultado en medio de la represión generalizada.
Recién a mediados de la década del ’90 comenzó a recobrarse en los ámbitos académicos la obra varsavskiana. Sara Rietti fue la gran promotora de esta recuperación, que dio sus primeros pasos de la mano de la Maestría de Política y Gestión de la Ciencia y la Tecnología de la UBA, en donde en 1996, en coincidencia con el vigésimo aniversario de su muerte, se dictó un seminario sobre su obra.
En los últimos años volvieron a publicarse algunos de sus libros. En el año 2012, la Universidad de Lanús reeditó Obras escogidas y este año, en el marco del Placted (Programa de Estudios sobre el Pensamiento latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo) que desarrolla el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación, la Biblioteca Nacional reeditó Estilos tecnológicos. Propuestas para la selección de tecnologías bajo racionalidad socialista.
El pensamiento de Varsavsky transcendió las fronteras de la Argentina y tuvo gran influencia en aquellos sectores de la intelectualidad latinoamericana preocupados por romper los esquemas de dependencia centro-periferia. En este sentido, uno de los países en donde dejó una impronta muy importante fue en Venezuela, en donde estuvo radicado durante varias etapas de su vida. “Oscar fue muy apreciado por la gente del Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes) de la Universidad Central de Caracas”, expone Calcagno, “Hugo Chávez hablaba mucho de él, lo citaba y lo consideraba su maestro”. En noviembre de 2007, el Ministerio del Poder Popular para la Ciencia y Tecnología de Venezuela organizó un gran debate abierto en su homenaje.
A treinta y siete años de la muerte de este matemático radical, impaciente y generoso, el mejor cierre para esta nota son sus propias palabras: “El que aspire a una sociedad diferente no tendrá inconvenientes en imaginar una manera de hacer ciencia muy distinta de la actual. Más aún, no tendrá más remedio que desarrollar una ciencia diferente. En efecto, la que hay no le alcanza como instrumento para el cambio y la construcción del nuevo sistema”.

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