VALE DECIR
AIRE TOXICO
Algo
huele mal en Beijing, y es precisamente el aire. Con niveles de
contaminación 26 veces más altos de los recomendados por la Organización
Mundial de la Salud, el consecuente smog que impide ver a distancia,
aire con aroma ocre y mascarillas requeridas para el día a día, el
escenario –oscuro– pinta una postal de ciencia ficción. A tal punto que
se han instalado pantallas gigantes en las calles que emiten el cielo o
el amanecer; no vaya a ser cosa que los ciudadanos de la capital china
se olviden de cómo era. Carreteras cortadas, aire puro enlatado a la
venta y clases canceladas en ciertas escuelas completan un panorama
tétrico que, para colmo de males, empeora en invierno, cuando los
patrones climáticos estancados se combinan con el aumento de quema de
carbón, lo que provoca una niebla pesada durante días. “Polución
elevada”, define el Ministerio de Protección Ambiental; “irrealidad que
carece de medidas serias para salvaguardar ecología y gente”, podría
agregase. Y también imágenes que, como siempre, hablan más que mil
palabras.
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