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lunes, 17 de febrero de 2014

I/a Playa Escondida: crece la afluencia de visitantes y se ofrecen nuevos servicios



Enlace y reseña de la nota publicada en Clarín

Los nudistas, una tribu que suma fanáticos bien lejos de los mirones

Por Ezequiel Viéitez

Se llama Playa Escondida y es la primera del país. Ofrece nuevos servicios, como comida gourmet, masajes y DJ.
Piel. Hasta 400 nudistas suelen ir los fines de semana a Playa Escondida, a 28 kilómetros del centro de Mar del Plata. MARCELO GENLOTE/ENVIADO ESPECIAL

Mar Del Plata - 09/02/14
Para los nudistas, los mirones siempre estuvieron en las playas y es muy fácil identificarlos. “Se la pasan mirando quién se hizo las tetas y quién no, qué malla tiene este o aquel, y critican si estás gorda o flaca”, se queja Daniela, la masajista que se encarga de relajar cuerpos sin ropa en Playa Escondida y hasta se le anima al nudismo “espantada por la mirada ajena en las playas populares”, señala. Y agrega: “Aunque te saques la ropa, acá podés tener estrías o te pueden colgar las tetas que igual nadie se va a meter en lo tuyo”.
Después de 13 años, la primera playa nudista de la Argentina sigue viva. Y suma adeptos y servicios. Ahora, por ejemplo, hay almuerzos gourmet, masajes descontracturantes de 45 minutos a cambio de $180 y un parador que vende cervezas y jugos. Desde las 18, la tarde se pone cool con música de un DJ.
¿El perfil del nudista? Suelen tener ingresos medios para arriba, y en general son profesionales independientes, seguidores de las modas vanguardistas. Se ven muchas parejas gay, tomadas de la mano, con los secretos al viento. También están los hetero, ella y él solitos, o ella y él con los nenes corriendo, todos como llegaron al mundo. En el ambiente hay un espíritu de tribu. Todos se hablan, todos conviven, nadie critica.
Aunque en Argentina sacarse la ropa no es una moda difundida como en Europa, el nudismo avanza cada vez más. En Villa Gesell existe otra playa, Querandí, y hay clubes de nudismo en Córdoba y otras ciudades de Buenos Aires. Pero lo que distingue a Playa Escondida son los servicios “premium” y su geografía. Los 200 metros de arena están encerrados entre acantilados y médanos. Queda a unos 28 kilómetros de Mar del Plata, por la ruta 11, en un lugar desierto donde siempre canta el viento. “Antes los nudistas tenían un promedio de mediana edad para arriba, pero ahora notamos que muchas parejitas más jóvenes se están animando”, dice Juan José Escoriza, el administrador de la playa. Por suerte, las épocas en que las banditas de pibes iban a sorprenderse y reírse ya pasaron. En Playa Escondida resaltan que la sociedad está más liberal y menos prejuiciosa. En las últimas temporadas, pocas veces la seguridad de la playa tuvo que echar a algún “desubicado”.
Este verano, en los días de semana se suelen juntar unas 200 personas. Los sábados y domingos de sol el número se duplica. La playa es pública, no hay que pagar. Se puede bajar con carpa playera o sombrilla propia. Para los cómodos y menos interesados en ahorrar, el balneario provee de 20 sombrillas blancas ($120 el día) y gazebos acolchonados alrededor de la pileta climatizada ($ 360). El estacionamiento también se paga, pero se puede dejar el auto a un costado de la ruta.
No se permite la música fuerte, jugar con las pelotas de fútbol ni, obvio, sacar fotos. El ADN de los que vienen roza con la movida ecologista. Para ellos, el placer es mezclarse con la naturaleza. Dejar de lado al macho conquistador que quiere dominar los instintos y sentirse una parte del todo. Por eso, la onda sobre la arena es muy tranqui. “Cuando termina el día, la playa está limpia. Acá nadie deja desperdicios, por una conciencia propia”, señala Escoriza.
Roberto, un contador santafesino de 45 años, agrega: “Si probás la experiencia de entrar al mar desnudo y sentir el agua en todo el cuerpo no te arrepentís más. “¿Cómo te sacás la arena de ‘esas partes’? Fácil: te metés al agua”, resuelve Daniela, la masajista.
“La sensación es de libertad, de contacto con la naturaleza, de no tener prejuicios ni limitaciones”, explica Marcelo, un museólogo de Barracas que desde hace seis años llega a veranear a esta playa. “La sensación de estar desnudo es algo que uno extraña desde el vientre materno”, teoriza una abuela. A su lado, y acompañada por su marido, otra mujer remarca: “Un machista no se banca el nudismo, no es para cualquiera”.
Detectar a los nuevos es fácil. Al principio suelen ser los más cuidadosos, aunque se desinhiben rápido. Los otros, los que pasan a mirar, se deschavan solos. No hay que hacer ningún esfuerzo para detectarlos y saber que no pertenecen a la tribu de nudistas.
“Ellos pueden tener una erección y ellas al principio miran mucho a los hombres”, asegura Marta, una docente de secundaria que llegó con su familia de La Plata y promete volver todos los años.

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