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domingo, 1 de junio de 2014

Rinaldo Rafanelli de La Rimanbloom!: Componer es catártico y terapéutico

de

Página 12

MUSICA › RINALDO RAFANELLI VOLVIO AL RUEDO CON SU BANDA LA RIMANBLOOM!

“Componer es catártico y terapéutico”

Ex bajista de Sui Generis, Polifemo, Color Humano y Alphonso S’Entrega, ahora armó un trío, junto a Lorenzo Vox en guitarra y Diego Ceccato en batería, con el que busca retomar el sonido que tenía el rock “cuando era genuino”, según afirma.

 Por Cristian Vitale

El que canta esta vez no toca la batería. Javier Martínez sujeta con su mano derecha una botella de naranjada y con la otra el micrófono. Todo el caudal de su voz hipergrave, ríspida, cavernaria, canaliza en beneficio de una imponente versión de “Todo el día me pregunto”, clásico de Manal. No toca la batería, porque en ella está otro prócer: Moris. Ambos, más el anfitrión Rinaldo Rafanelli y su Rimanbloom! (Lorenzo Vox en guitarra + Diego Ceccato en batería) y Luis Robinson en armónica, garantizan otra noche incendiaria en La Perla. “Lo único que hice fue invitar a Javier, que por suerte estaba de buen humor. Y Moris, bueno, estaba en la puerta. Siempre que lo veo por ahí se copa más en tocar la batería que en cantar ‘De nada sirve’, y dije ‘si Moris está afuera, adentro, entonces’. La zapada se armó sola porque, como taoísta que soy, creo que las cosas o se dan solas o no sirven”, enmarca Rafanelli, una vez consumado el show y, dentro de él, esta minicumbre, sólo posible en el bar hora cero del rock argentino. “Este lugar convoca, porque es un lugar de fantasmas creativos”, determina el histórico bajista que les puso power, sal y melodías a Color Humano, Polifemo, Sui Generis y Alphonso S’ Entrega, entre otras bandas. Y que hoy nada contra la corriente en las duras aguas del rock contemporáneo.
Así lo expone en una de sus fugaces apariciones en Buenos Aires. Junto a su trío y más allá de la ayudita de sus amigos, propone un set que calibra con su historia. Que se entrega al swing de matriz negra, pero también a las blancas calmas de la locura, cierta lisergia que le llega de las horas de Color Humano (o del Instituciones de Sui Generis), y un clima espeso, poderoso y ro-ckero. “Como el rock era cuando era genuino”, sentencia el bajista que también canta –a voz áspera– y compone pensando en zafar de la angustia, como en “julio del 2000”, cuya historia lo enreda con uno de los momentos más complicados de su vida. “Ese tema lo escribí en un momento bravo, una época muy loca. Puntualmente, un mediodía andaba haciendo giladas en una motito, con un amigo manejando y yo atrás, con el bajo. Estábamos sin dormir, en un estado lamentable, y ninguno de los dos se acuerda bien qué pasó, pero yo volé como tres metros y fui a parar a un charco de barro. ¡Me podría haber matado!, pero terminé en terapia intensiva. Y mientras estaba internado, a mi vieja se le declaró un cáncer de colon galopante. Ella estaba en un geriátrico y yo internado; ella no sabía lo mío y yo no sabía lo de ella. Y, bueno, como tengo una conciencia taoísta y creo que las cosas pasan así, sentí que ella me dijo ‘vos quedate, que me voy yo’”.
–Cuando lo presentó en el show, igualó catarsis a composición. “Componer es una catarsis eterna”, dijo, puntualmente.
–Así salió el tema, porque componer es catártico y terapéutico. Sacás todo ahí. Si para algunas personas es terapéutico poner “hoy me tiré un pedo” en Facebook, imaginá componer una canción (risas).
Además de otros temas propios (“Rock & clon”, por caso) y la juntada con la tríada espontánea Martínez-Moris-Robinson, Rafanelli dedica parte del set a un homenaje por dos: Pappo y Spinetta. A Pappo le ofrenda una za(r)pada versión de “Mi viejo”, y al primus inter pares del rock argentino otra no menos poderosa de “Post crucifixión”. “Si entre los dos hacés un único músico, te vas a encontrar con el músico perfecto”, dispara Rafanelli. “¿Qué se fue con ellos?”, pregunta retóricamente. “Con Luis, bueno, la melodía. Se fue él y estamos en el horno con el tema de la melodía, de la belleza poética, y de la riqueza armónica. Y con el Carpo se fue el rock, loco. ¿Quién hace rock ahora? ¿Pier? ¿El Indio? Vamos, hoy no hay rock y no hay Beatles. Faltan los Beatles de Luis, y el rock de Pappo, eso falta”, desarrolla.
–Es un crítico, claramente...
–(Risas.) Es que el problema de hoy es que no hay rock. Vamos a empezar por el principio: ¿dónde se gestó? Acá, en este bar. Acá venían todos: Pajarito Zaguri, Litto Nebbia, Javier Martínez, Claudio Gabis, Luis Spinetta, Rodolfo García... El rock es un movimiento de rebeldía y oposición al sistema, y hoy están todos con los pantalones bajos, porque el marketing absorbió todo, y sus mieles alejaron al rock del arte. No puedo pensar en la belleza de una canción si estoy pensando qué ritmo tiene que tener para que la gente baile o haga pogo, o para que se venda. Entonces, el rock que se escucha hoy por la radio no es rebelde de nada, acepta todas las trampas y no se opone a nada, entonces no es un movimiento de rock. Yo no creo en eso, ya. Ahora están todos cómodos.
Rafanelli nació al rock allá por comienzos de la década del ’70, cuando formó parte del Héctor Starc Trío, junto al –por entonces– futuro guitarrista de Aquelarre, y Black Amaya. Pero su debut profesional se produjo en 1972, cuando se integró al endemoniado Color Humano de Edelmiro Molinari, banda cuya base compartió primero con David Lebon y luego con Oscar Moro. Tras la disolución del trío, el bajista participó de la versión de La Biblia según Vox Dei, que arriesgó el Ensamble Musical Buenos Aires, y se integró a Sui Generis, en los prolegómenos de uno de los mejores discos de la era: Pequeñas anécdotas sobre las instituciones. Ese fue el paso previo al trío que lo reencontró con Lebon: Polifemo. “Siempre incorporé el cuidado de las melodías onda beatle al power de la música negra, y creo que Polifemo representó bien eso. Y hay que tener la cabeza abierta, porque los Beatles no tenían un estilo rítmico estable, iban de un tema re dulce a un rock and roll furioso, y de ahí a un tema psicodélico y re loco, a un unplugged. Eran un todo creativo, igual que el ritmo de los negros que hacían blues en los ’40. Al juntarnos con David, esa alquimia era inevitable”, cuenta Rafanelli, que también formó parte –sólo un rato– de la Banda Spinetta y de Alphonso S`Entrega. “A mí me gusta todo lo que es bueno y creativo, pero el rock que tengo yo es el de los negros”, insiste.
–¿Por qué no vuelve Polifemo?
–Porque David es la figurita difícil del álbum (risas). Que conteste los mensajes que le mando y volvemos... Y hacemos rock and roll en serio. Juro que quiero hacer eso.
Por ahora, se conforma con su Rimanbloom!, cuyo juego de palabras remite a una deformación lunfarda y barrial de rhythm & blues, y la traducción inglés-castellano de bloom. “El trío se llamaba Rimamblú e incluso bajo ese nombre grabamos el disco Souvenir de un mundo bizarro, pero después lo cambié porque soy músico por los Beatles. Ellos me abrieron la puerta a la música, y entonces en este último proyecto dije “está bien, soy Beatles por un lado y raíces negras por el otro, canto como un negro, pero compongo buscando las armonías. Entonces metí todo en la misma bolsa y salió la Rimanbloom!, porque amo los juegos de palabras y bloom, que en inglés quiere decir ‘florecer’ o ‘crecer’, y a la vez es la onomatopeya de una explosión, de un power. Me gustó esa mezcla y actué en consecuencia: Beatles, negros y Hendrix, todo a la licuadora”.

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